Nuestros Espónsors

911, memorias de un futuro incierto (relato).

Tema en 'Foro general Porsche' comenzado por Carlosupercars, 11/10/12.

  1. BM3W

    BM3W Soloporschista

    Se incorporó:
    30/6/06
    Mensajes:
    3.014
    Me gusta recibidos:
    82
    Localización:
    Vigo (Pontevedra)
    :Thumb: INTERESAN.. TISIMO !! :D esta :Thumb:
     
  2. Superbross

    Superbross Soloporschista

    Se incorporó:
    20/6/12
    Mensajes:
    4.569
    Me gusta recibidos:
    3
    Localización:
    Madrid
    Fantástico, ahora hay hierro.
     
  3. SOULFLY

    SOULFLY Soloporsche Expert Engineer

    Se incorporó:
    21/2/07
    Mensajes:
    5.876
    Me gusta recibidos:
    36
    Tremendo!!!!tremendo!!!

    Vuelve la fiesta a la carretera, entiendo que entonces todos aquellos coches que se veian circular por jaen en direccion hacia -algun lado- era ese garaje.

    Que bueno carlos, que bueno! :[yahoo]

    Mas mas!!!
    :[applause]:[applause]:[applause]:[applause]
     
  4. ATM

    ATM Soloporschista

    Se incorporó:
    25/9/11
    Mensajes:
    3.996
    Me gusta recibidos:
    269
    Carlos, no te lo digo en Tuenti porque te lo peto, pero te lo resumo;

    "Arreando que es gerundio!!!" :diablo:

    Bufff, me encanta este relato, con cada capitulo tengo mas ansias de que empiece otro :maria:

    ¿Nunca has pensado en enviar a una tutorial algun par de capitulos para ver si estan interesados? :[question]

    Te lo recomiendo encarecidamente.

    Un saludo,
    Alberto
     
  5. joschelito

    joschelito Soloporschista

    Se incorporó:
    26/12/09
    Mensajes:
    2.274
    Me gusta recibidos:
    4
    Localización:
    Valencia
    Os**a!!! No lo habia pensado Rober!!! Ahora todo cuadra...., y el ultimo recuerdo que fue el Zonda, que casualmente es el que estaba mas afuera en el garaje... vamos, en la puerta:beer:
    Tutorial o EDITORIAL???? :maria::maria::Smiling Face With Open Mouth:
    Alberto Alberto, que con el billar te desconcentras...:[question]:[amen]:Smiling Face With Open Mouth:
     
  6. SOULFLY

    SOULFLY Soloporsche Expert Engineer

    Se incorporó:
    21/2/07
    Mensajes:
    5.876
    Me gusta recibidos:
    36
    Quiero pensar que viene por ahi, que lo mismo he patinado :D
     
  7. ATM

    ATM Soloporschista

    Se incorporó:
    25/9/11
    Mensajes:
    3.996
    Me gusta recibidos:
    269
    :Smiling Face With Open Mouth::Smiling Face With Open Mouth::Smiling Face With Open Mouth::Smiling Face With Open Mouth:

    Es verdad, menudo fallo :rojo:

    Pd; Mañana vuelvo a jugar al billar :maria:
     
  8. Carlosupercars

    Carlosupercars Senior +

    Se incorporó:
    11/10/12
    Mensajes:
    600
    Me gusta recibidos:
    99
    Localización:
    Shanghai
    Capítulo 35



    Frené en seco. Los frenos carbocerámicos y los enormes neumáticos hicieron su trabajo y detuvieron el coupé en unas décimas de segundo:

    - Claro que lo recuerdo... espero que ahora tenga algo que contarme. ¿Puedo saber ya quién era su cliente?


    El Golf de Paco seguía moviéndose, pero pude ver como se le encendían las luces de freno antes de desaparecer en la siguiente curva tras un montículo de tierra y piedras graníticas.


    - Podría estar horas hablándole de Giorgio, era un tipo "activo", no sé si me entiende. Sólo llamaba para cerciorarme de que todo marcha tal y como él quería. Si ha cogido este teléfono supongo que algo habrá notado ya. Permítame una pregunta, Carlos, le puedo tutear, ¿Verdad?
    - Por supuesto, faltaría más - dije poniendo mi cara más seria e intelectual, obviando el pequeño detalle de que me encontraba sólo dentro de aquel gt, nadie me estaba viendo.
    - Ya me dijo el señor Fallaci que seguramente cogerías este coche... pero, ¿Por qué lo has cogido? ¿Por qué lo has elegido de entre todos?
    - Si le soy sincero, no sé cuáles son los demás coches; algo intuyo, pero al cien por cien seguro no tengo nada. De todas formas, tengo pánico por lo que me puedo encontrar, sólo he visto el Zonda y, créeme que estoy asustado, mucho.
    - Bueno, ¿Y qué? Si estrellas uno, pues coges el siguiente... eres jodidamente rico, ¿Qué más te da? ¿Para qué coges el más barato?
    - Mira Paolo, hace dos días no tenía donde caerme muerto, y aún dudo que esto me esté ocurriendo. Quiero ir poco a poco, o esto se me irá de las manos. De cualquier forma, se nota que no es usted un apasionado de los coches...
    - Pues no, la verdad.
    - Yo no conduzco, sueño. Y créame, que no se necesitan mil caballos ni un millón de euros para arrancarme una sonrisa. De hecho, estoy deseando colgarle para hacer rugir al juguetito - comencé a tomarme demasiadas confianzas con ese hombre al que no conocía de nada, parecía que llevara toda la vida hablando con él, y no sabía muy bien el porqué. Quizá fuera por mi estado eufóricamente alterado...
    - Pues no le entretengo más. Sólo una cosa antes de colgarle: mire el buzón de su casa, seguramente le deje más claro unas cuantas cosas - comenzó a escucharse el típico ruido del móvil alejándose de la oreja.
    - Ey ey, espere un momento - dije gritando un poco
    - ¿Algo más?
    - Sí, claro: ¿Quién eres? ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Para quién trabajas?
    - Pues señor Ávalos, -volvió a hablarme de usted- estos últimos 20 años he trabajado casi a tiempo completo para Giorgio. Ahora estoy de vuelta a Italia, mis padres me esperan en Florencia. No sé si es a eso a lo que se refiere...
    - Sí, bueno, era a eso. Escuche, ¿Tiene algo que hacer estos días? - dije mientras pasaba la mano sobre todos aquellos materiales nobles que cubrían el salpicadero.
    - No gran cosa, mañana debo llevar a mi padre a rehabilitación, pero aparte de eso... ir a la Oficina de Empleo - dijo entre carcajadas.
    - Me gustaría hablar contigo en persona, ¿Te podrías pasar por aquí... en cuanto puedas?
    - Hombre, ¿Me está pidiendo que me haga dos mil kilómetros para echar un café? No podría rechazarlo - volvió a soltar una carcajada; al final, iba a resultar ser un tío simpático y todo...
    - Sólo café no, también le puedo invitar a unas magdalenas, pero de las baratas que uno no se hace rico regalando cosas.


    Mi chulería reprimida comenzaba a aflorar, pero no era nada grave, al menos de momento.


    - Entonces, ni me lo pienso... el próximo Jueves podría estar por allí, ¿Le parece bien?
    - Me parece perfecto, y no tarde que se nos enfría el café... ¡Paolo!
    - ¿Qué?
    - Nada, que un abrazo, perdona pero la cobertura me está comenzando a fallar, luego hablamos.
    - Está bien, nos vemos el Jueves, si no hablamos antes, claro. Ciao!
    - Hasta luego.

    Corté el teléfono sin necesidad de soltar el volante y, ante mí, se extendía el solitario camino asfaltado que conducía a la carretera de Los Villares. Trece kilómetros de fuertes pendientes, baches excavados hasta límites insospechados, y curvas reviradas con poco margen al error. En mi pie derecho, 435 "potros" de esencia automotriz, en el izquierdo, el control de unos frenos diseñados para sacarte los ojos de sus cuencas, y la obligación de ayudarte del punta-tacón para dominar aquella caja manual de seis velocidades.

    Pisé embrague, engrané primera, acaricié el acelerador, y salí de medio lado con el motor bóxer empujándome a la altura de los riñones. Los faros xenon convertían la noche en día. Sombras y luces se fundían en aquella solitaria carretera; adelanté a Paco en el primer hueco que encontré y descendí con todo el asfalto a mi entera disposición. Apenas entraban dos coches en paralelo por aquella estrecha carretera, pero no podía resistirme a seguir acelerando, a apurar las frenadas al máximo, a pasar los baches entre las cuatro ruedas a base de volantazos. Los bajos rozaban continuamente, en todas las curvas, y al salir de estas, la trasera se ponía juguetona; yo aceleraba a tope, y el coche se ponía a 8000rpm en un santiamén. Por el retrovisor, sólo era capaz de distinguir una nube de humo blanco, similar a la niebla que vi cuando subía en el taxi. Sólo contravolantear me libraba de chocarme contra un oxidado quitamiedos o de caerme por un barranco. Bajé ambas ventanillas para escuchar con mayor claridad a los 6 cilindros retumbando entre colinas, baja vegetación y la banda de buitres que por allí vivía, casi en solitario. Al dirigir la mirada hacia el asiento del acompañante, recubierto de cuero por delante, y de carbono por detrás, sabía que a aquello le faltaba una cosa: ella.

    Volvía a sentirme libre, no había nada comparable a ponerse detrás de un volante, alejarse de la multitud que te juzga, y huir rumbo a ninguna parte. Dejando que la gasolina fluya a través de tu sistema sanguíneo, no sin antes atropellar a la cordura y dejarla abandona en alguna cuneta vacía. A esa velocidad, se me podría haber cruzado "la muerta de la curva" que no me habría dado cuenta. Creía que pasarían lustros hasta que tuviera la oportunidad de volver a conducir un coche "de verdad", sin embargo, allí estaba, volando a ras de suelo y sintiendo un leve aleteo a la altura del estómago. Iba rápido, muy rápido, pero no tenía prisa; estaba sudando, pero no estaba cansado. Era de noche, pero, aquel coche, rompía la oscuridad con un fino hilo de luz blanca, y el silencio con un sonido que se estaría escuchando en media comarca.

    La inercia, ayudada de un liviano y nervioso propulsor 3.8, me hizo llegar pronto a la A-6050, una carretera bastante más concurrida y que unía Los Villares con Valdepeñas de Jaén. Paré el coche, y lo dejé aparcado en un pequeño apeadero que había a unos centenares de metros del cruce con la subida a La Pandera. Era de esperar que Paco tardara en llegar, pero jamás pensé que podría haberle sacado tanta ventaja en tan pocos kilómetros. Los minutos que pasaron hasta que éste llego, me los pasé dando vueltas alrededor de aquella máquina. Incluso parada, seguía haciendo ruido: podía escuchar los trozos de gravilla desprendiéndose de los bajos, los fluidos enfriándose y el leve crujido de los materiales dilatados por el calor volviendo a su estado natural. ¿Cómo podía ser tan hermoso? Ese gris oscuro, al que sólo le hacía sombra esas llantas negras, me había eclipsado, me tenía enamorado.

    No podía evitar ver a mi difunto Gt3 en aquellas líneas, y es que eso era lo que me gustaba del 911; daba igual que fuera un 963, un 996 o un 991, cualquier persona con un mínimo de cultura automotriz, sabía que se trataba de un Porsche 911. En cierto sentido, me sentía como un marido infiel, no podía parar de recordar mi antiguo RS. Daba igual los coches que tuviera, lo potentes que fueran o los millones que costaran, ninguno podría remplazarlo, aquello era amor. Cuando quise darme cuenta, el 4 cilindros de Paco comenzó a rugir entre los árboles, y vi esas luces amarillas (nada que ver con las de mi actual montura) deslizándose a través de aquel empinadísimo y solitario valle. La oscuridad de aquel lugar se iluminó con aquel "cacharro", y con ella, mi leve sensación de inseguridad.

    Pasó de largo dando un pitido, yo me monté en aquel yate con ruedas, y me dispuse a seguirlo hasta Jaén, donde nos despediríamos hasta la mañana siguiente (a ambos nos costaría conciliar el sueño esa noche). Aquel paseo hasta la capital puso el broche a uno de esos días en los que merece la pena levantarse. Lo de menos era el dinero, o los coches; seguía sin saber de dónde sacaría la pasta para mantenerlos, y con casi total seguridad, me tendría que deshacer de la mayoría. Mientras me tomaba un vaso de leche con Colacao, y bañaba galletas María en éste, decidí que aquella vida no era para mí. Me gustaba cocinar, fregar los platos y poner la lavadora. No había razón alguna por la que aquello tenía que cambiar, nací pobre, y moriría pobre. No era merecedor de la fortuna y el trabajo de otros, simplemente me cobraría la deuda que contrajo inconscientemente Giorgio conmigo (ese 997 le sentaba muy bien a mi casita, y sobre todo, al garaje), y seguiría con mi vida. De los ricos sólo envidiaba los coches, aunque siempre tuve una premisa por si algún día tenía la suerte de coleccionarlos: "No tengas más coches de los que puedas lavar".

    Estaba ya en la cama, digiriendo aquel manjar, digno de cualquier magnate, cuando a mi mente llegaron las palabras del señor Paolo... ¡Mierda! Había olvidado mirar el buzón, no sabía muy bien que había dentro, pero seguro que era lo suficientemente interesante como para sacarme del sobre. Mi reloj de pulsera descansaba sobre la mesita de noche. Encendí la lámpara que tenía sobre ésta y miré la hora: eran las 1 y cuarto de la mañana. Pensé en vestirme o en, al menos, ponerme el pijama; aunque siendo las horas que eran de un día laborable, nadie quedaría ya en la calle. Con mis zapatillas de andar por casa, y los calzoncillos medio rotos que me compró mi madre años atrás (era completamente independiente, pero ese ritual siempre se lo dejaba a ella), salí a la puerta a comprobar la correspondencia.

    Inserté la pequeña llave y giré la cerradura. Al abrir la trampilla, decenas de cartas cayeron al suelo. La mayoría no me interesaban, eran del banco o avisos de facturas sin pagar. Me agaché al suelo con la esperanza de que entre todas esas cartas encontrara algo relacionado con lo que me dijo el abogado. Pero solo encontraba eso, papeles, y trámites burocráticos que sólo servían como combustible para la chimenea. Y cuando parecía que aquello no podía ir a peor, distinguí un motor diesel a unos cientos de metros. Yo pensé en seguir a lo mío, al fin y al cabo, no estaba haciendo nada malo. Se acercaba, y aquellos matices "tractoriles" me dieron una nueva idea de de quién se trataba: era un HDI. Efectivamente, el coche que se dirigía hacia mí a un ritmo trepidantemente lento no era ni más ni menos que el de mi vecino. La puerta automática de su garaje comenzó a abrirse, y yo no sabía si correr o quedarme allí con la esperanza de que no se percataran de mi presencia. Y entre todo aquel tumulto de papeles, me encontré con la sorpresa. Era un sobre enorme, con un buen taco de folios en su interior, y sin ningún sello ni remitente. Fuera quien fuera el que me lo mandó, me lo trajo personalmente, no usó el servicio de correo ordinario.

    De lo que no me percaté es de que mis vecinos seguían por allí. Ojeé el sobre con cierta cautela, para comprobar si tenía algo que me diera una pista sobre su contenido. Mi vecino estaba a apenas unos metros de mí, con el C5 sobre la acera esperando a que la puerta se abriera por completo. Giré la cara hacia él, y vi sus ojos clavados en mis calzoncillos blancos que pedían una jubilación a gritos. "Buenas noches" dijo tratando de disimular un poco su estupefacción. "Hola, buenas noches" le contesté. La puerta terminó de abrirse, y comenzó a avanzar en dirección al interior del chalet. Pero me dio tiempo a comprobar que el padre no era el único que no podía creer lo que estaba viendo: madre, hijo mayor e hijo pequeña me miraban fijamente, boquiabiertos, sin llegar a concebir que ese ser inmundo era el doctor respetable al que habían tenido por vecino hasta entonces.

    Dejé la mayoría de cartas allí mismo, ni me importaban ni quería leer lo que en éstas se decía. El fin de mes y las deudas se habían acabado para mí, al menos en un corto y medio plazo. Pero lo que sí cogí, y por nada del mundo quería soltar, era aquel misterioso sobre. Cerré la puerta del jardín y me dirigí al interior de casa, pero algo me hizo que tomara unos segundos extra para realizar tal cometido: aquella canción, aquella maldita canción, volvió a sonar al otro lado de la verja. Tras aquellos setos que rodeaban el perímetro de mi pequeña finca, Peret volvía a retumbar con su ya archiconocida melodía. Por un momento, creí que lo mejor era meterse para adentro, cerrar a cal y canto puertas y ventanas, y esperar a que pasara a noche. Pero saqué fuerzas de flaqueza, dejé el sobre junto al felpudo de la entrada, y volví a la puerta de entrada, tras la cual, se escondía lo que fuera que reproducía aquella casposa cantinela.

    Cogí las tijeras de podar, agarré el pomo, y lo giré con cautela. Abrí un par de centímetros la puerta y, para mi sorpresa, aquella canción se fundió con el sonido de un motor, también diesel. Alguien acompañaba su trayecto en coche reproduciendo aquello en su equipo de música, y, casualmente, se había parado frente a mi casa. No... ¿A quién quería engañar? La casuística tenía ciertos límites, y hacía tiempo que "El muerto vivo" los había superado. Tiré de la puerta con fuerza, abriéndola por completo en décimas de segundo, y alcé las tijeras con la mano que me quedaba libre, para tirárselas a la cabeza de quien estuviera merodeando mi casa a esas horas. Pero cuando salí por completo a la calle, lo único que tuve tiempo de ver fue a un BMW X3 desapareciendo a toda velocidad por el final de la calle, girando por un camino que se perdía entre los olivos. Era de color rojo, y sabía perfectamente a quien pertenecía; aquella guerra parecía no tener fin, y me di la vuelta con la sensación de que todo aquello acabaría muy mal. Y fue al girarme cuando me di cuenta de que el buzón estaba diferente: por la ranura por donde se introducían los sobres, asomaba una especie de tubito de plástico que se perdía en el interior de éste. Entré en casa a toda prisa y traje de vuelta las llaves del buzón, lo abrí temblorosamente, y pude comprobar que se trataba de una bolsa de uso médico, como las que utilizábamos para el suero en el hospital. Le di la vuelta por el lado de la etiqueta y, como presagiaban mis temores, se trataba de una bolsa de Amatoxina, vacía y usada. Estábamos echando un pulso en el que, de momento, ella me llevaba la delantera. Pero no iba a rendirme, ni la muerte de Giorgio, ni la del resto de pacientes de El Neveral serían en vano, pillaría a esa hija de puta aunque fuera lo último que hiciera, y lo sabía.

    Me metí la porquería esa en el bolsillo, y fui de vuelta a casa. Le di dos vueltas a la cerradura de la puerta de la calle, e hice lo propio con la de la casa. Me asomé por última vez por la ventana de mi cuarto, comprobando que todo estaba tranquilo allá afuera, y traté de conciliar el sueño, sabiendo que el día siguiente iba a ser largo y muy positivo, a pesar de aquel pequeño contratiempo. Pero las dudas asaltaban mi mente, y estuve horas dándole vueltas al tema, tratando de atar cabos, tratando de relacionar acontecimientos, pero era incapaz, seis meses fuera de juego me habían dejado totalmente perdido en aquella partida en la que lo que estaba en juego era mi vida, y la de los que me rodeaban. Sabía que aquello no me haría ningún bien, así que, me levanté de nuevo a eso de las cuatro de la mañana, me tomé un café bien calentito, y me dispuse a analizar todos los pormenores de aquel sobre, aparcando a un lado el otro tema.

    Me senté en el sofá, ya con éste entre mis manos, y encendí la pequeña lámpara que usaba para leer. Rompí la solapa del mismo con las manos, y lo abrí sacando sin demasiado cuidado todos los documentos que había en su interior. En el primer folio, había impresa una nota en la que Paolo (el abogado) me explicaba lo que me encontraría en aquellos documentos, dejándome al final de la página los números de algunos gestores y de algunas empresas. Mi estupefacción iba aumentando con el paso de las hojas, tanto que el tema de la Amatoxina se me olvidó por completo. Ahora toda mi atención estaba puesta en aquellos documentos que, a grandes rasgos, me explicaban todo lo que sería mío a partir de ese momento.

    Al parecer, el viejo había dejado algo más que una colección de deportivos a mi nombre. Tenía decenas, quizá cientos de empresas, que habían sido vendidas por cantidades astronómicas en los últimos meses, incluso una vez que Giorgio se encontraba ingresado en el hospital. Pasé con mayor rapidez esas páginas, pues me abrumaba ver tal cantidad de cifras significativas seguidas del símbolo del euro. Al final del todo, me encontré otra nota impresa, también firmada por el señor Lombardo, en la que me explicaba que, de todo eso, poco o nada estaba a mi nombre, devolviéndome al mundo real y provocando que respirara aliviado, pues no sacaría tiempo ni fuerzas como para gestionar todo aquello.

    Al final de la nota, había un fragmento del testamento oficial que dejó Giorgio, en la que decía:
    "...Y a mi amigo Carlos Ávalos, le dejo la razón por la cual viví, mi colección y mis propiedades favoritas. Le dejo, además, la causa por la cual soy quien soy, mis astilleros de Livorno y, además, le dejo un pequeño depósito para que no tenga que volver a preocuparse de pagar la gasolina o la comida de sus amigos..."

    Aquello era otra cosa, no había nacido con el don que Dios le había dado a Giorgio para los negocios, pero me sentí capaz de gestionar aquello por mí mismo. En sí, en aquellos documentos, no ponía nada concreto sobre qué era mío y que no, seguía teniendo muchas dudas. Oficialmente, a mi nombre, seguía sin tener nada, pero me quedé algo más tranquilo y, las dudas que me quedaban, se las preguntaría a Paolo en persona cuando viniese. El sueño, por fin, inundó a mi cuerpo casi a las cinco de la mañana, y allí mismo, entre los papeles y la jarapa del sofá, me quedé frito.

    Pero no tardé demasiado en volver a despertarme, una pesadilla con mucho fuego, accidentes y pérdidas humanas interrumpió mi descanso cuando el Sol apenas se había dignado a salir. Barajé la opción de volver a dormirme, pero las llaves del GTS me miraban desafiantes desde la repisa de la cocina, y pensé que era el momento de volver a aquel templo escondido en el techo del mundo, a mil metros sobre el resto de los mortales, y con un corazón capaz de desafiar a las leyes de la física y de la razón humana. Un vaso de té y un par de naranjas fueron mi desayuno, pillé la primera camiseta que encontré y unos pantalones vaqueros, y puse rumbo al cielo.


    [​IMG]

    Mientras conducía por aquella carretera, supe que Giorgio no podía haber elegido un lugar mejor para guardar su colección: cada vez que quisiera coger un coche, tendría que subir por el mismo puerto que subía en bici cuando era apenas un crio. Era muy fácil que aquello se te subiera a la cabeza, pero verme subiendo con la cabeza de lado a lado, con las gotas de sudor cayendo por mi nariz y barbilla, y al borde de una "pájara", mantendrían mis pies en el suelo, y dejarían ese poso de humildad sin el cual, aquello duraría bien poco. Observaba aquel cronómetro que había en mitad del salpicadero, observaba las costuras del cuero y las juntas de éste con los acabados en carbono, y sabía que aquello era sólo el principio. Pero cuando volvía a poner la vista en el frente, veía a aquel adolescente al que sus piernas le pedían que se bajase de la bici, pero su corazón le pedía que siguiese hacia adelante. Sabía que algún día, sería él y no sus piernas las que decidirían a qué ritmo subir, soñaba con ir tras un volante y no tras un manillar. Y ese día había llegado.

    A las 8 y 57 (hora del Porsche), hice cumbre y bajé para abrir la valla que quedaba a unos cientos de metros de la base. Tras pasar al otro lado, y cruzar de nuevo la cadena que la mantenía cerrada (en teoría había un candado, pero hacía años que todo el mundo entraba allí de la misma manera, tendría que solucionarlo...), conduje hasta la puerta del almacén. Para mi sorpresa, el Golf de Paco estaba ya por allí, pero la puerta del garaje, no estaba aún abierta. Apenas había salido del coche, cuando éste me dio una colleja y dijo: "Sabía que no tardarías mucho en venir". Yo estaba algo confundido, pues no sabía de dónde había salido ni qué estaba haciendo:

    - Bueno, ¿Y tú de dónde sales?
    - Estaba dando una vuelta, contemplaba las vistas mientras que llegabas. Sabía que no ibas a tardar.
    - Pero... ¿Y por qué has venido tan pronto?
    - No sé, no podía dormir, mira lo que traigo - se le veía muy emocionado mientras sacaba algo de la guantera.
    - ¿Qué es eso?
    - ¿Cómo que qué es eso? La banda sonora de 60 segundos... ¿No la has visto?
    - Sí, sí la he visto... pero, ¿Para qué la quieres?
    - La habré visto un millón de veces... quiero parecerme a Nicolas Cage cuando tiene un almacén repletos de cochazos, ¿Puedo o no? - dijo poniendo cierto tono chulito-humorístico.
    - Pues, si te hace ilusión...

    Puso el Golf junto a la puerta del garaje, metió el CD en el reproductor, subió el volumen, y nos dispusimos a abrir la puerta que conducía a la cuarta dimensión. Tras ésta nos encontramos el mismo panorama del día anterior, el Zonda Cinque nos recibía mientras que el resto de coches esperaban pacientemente escondidos tras sus respectivas fundas.


    [ame="http://www.youtube.com/watch?v=hJkm5R40Hj0&feature=colike"]Moby - Flower (gone is 60 seconds intro) - YouTube[/ame]


    Me sentía como un niño en una tienda de caramelos, era realmente afortunado, unos días antes, el mero hecho de tocar uno de aquellos coches me hubiera supuesto estar sin lavarme las manos un tiempo, ahora eran todos para mí. "¿Cómo lo hacemos?" dijo Paco. Yo le contesté que no sabía bien cómo empezar a destaparlos, pues cada uno se merecía por sí sólo ser contemplado durante días, pero allí había una verdadera sobrecarga de trabajo. Así que, sin más, comenzamos, de delante hacia atrás.

    El primero fue el que había justo delante del Pagani, con una funda de color Rosso Corso, por lo que pude intuir que se trataba de un Ferrari. Un 599 GTB para ser exactos. Cuando se la quité, estuve indiferente durante unos segundos pero, de repente, me di cuenta de lo que tenía delante y de que tardaría días en destaparlos todos; no era merecedor de todo aquello, no me gustaba que me regalaran nada. Tras unos minutos parado, observando su interior en color crema, su clásica pintura roja, sus tomas de aire y sus líneas majestuosas, Paco se puso delante mía y trató de "reactivarme":


    - Oye, que no tenemos todo el día, ¿Vamos a destapar el resto o no?
    - Buff... no puedo, no soy capaz. ¿Sabes lo que vale cada uno de estos? ¿Sabes que cada coche que destapamos vale más de lo que podríamos haber juntado con toda la vida trabajando? No soy digno de tales máquinas, no puedo seguir con esto, lo siento.
    - ¿Qué no? Puedo yo, que cobraba cuatro veces menos que tú... Mira, es normal, todavía me estoy haciendo a la idea de que estás podrido de dinero, entiendo que a ti aún te cuesta más. ¿Quieres que hagamos una cosa?
    - ¿Qué quieres que hagamos? - dije con cierta incertidumbre.
    - Prácticamente sabes qué hay debajo de cada funda, lo sé hasta yo que no soy un gran entendido. Coge las llaves del que más ilusión te haga coger y nos vamos a conducir un rato. Más tarde, con el paso de los días, vamos destapando el resto. No hace falta que te apures ni que te agobies.
    - Lo veo bien, si te soy sincero, hay uno que me lleva quitando el sueño desde que era un chavalín...
    - ¿A sí? ¿Cuál?
    - Ese - dije señalando hacia uno también protegido por una funda roja, aunque mucho más bajo y ancho que el 599.
    - No tienes mal gusto, ¿Lo sacamos? Sólo tenemos que mover el Pagani y el 599. Menos mal que no lo han dejado al fondo, ¿Eh?


    Cogí aire, y me dirigí al cajón de las llaves. Las manos me temblaban, estaba a punto de conducir ese coche con el que había suspirado desde que vio la luz, allá por 2002. Cuando aún tenía acné y jugaba a la Play Station, me hice la promesa de que no moriría sin conducirlo. La primera vez que lo vi, casi me da un infarto, y ahora, estaba al borde de un ataque de nervios. Podría estar horas narrando todo lo que experimenté en los apenas 20 metros que recorrí con el Zonda y con el 599, pero eso sería quitarle atención al verdadero protagonista de aquel día, a aquella bestia inmunda, sin complementos inútiles, sin razón de ser. Algunos decían que era uno de los Ferrari más feos de la historia, pero cuando quité aquella suave tela de algodón que lo cubría, alcancé el Nirvana en milésimas de segundo. Dije: "Ya me puedo morir tranquilo" y, a continuación, abrí esas puertas de tijera que tan bien se integraban con la espectacularidad del modelo. El Ferrari Enzo era más que un coche, era arte sobre ruedas, no tenía un ángulo feo, no tenía nada que no me gustase. Una vez lo admiré por fuera, me atreví a meter el pie derecho en el interior, forrado de carbono, oscuro y frío; distante y pasional.

    Lloré de emoción cuando me senté del todo; el par de veces que lo había tenido cerca anteriormente, tuve que reprimir mis ganas de saltar el cordón de seguridad, meterme en su interior, y huir en dirección al fin del mundo con él si hubiera hecho falta. Ahora era todo mío, y tendría todo el tiempo del mundo para disfrutarlo. Los coches alemanes estaban muy bien, y podrían ser más elegantes, fiables y discretos que éste, pero en ellos no tenía la sensación de estar pilotando un nave espacial, no tenía la sensación de que era Dios.

    La llave roja era el único toque de color que tenía, y tras un tiempo recapacitando sobre dónde estaba y qué estaba a punto de hacer (con Paco esperando fuera pacientemente dentro del GTS), la inserté en la ranura, y apreté el botón de Star/Stop que tenía en el centro de la escueta consola central. El sonido más bronco, demoledor y siniestro que mis tímpanos habían percibido jamás surgió de aquella máquina con aspecto frágil a la par que amenazante. Aquella obra de ingeniería pedía a gritos unos kilómetros de asfalto, y sabía cómo dárselos. Un simple gesto sobre la maneta izquierda hizo que todo cambiase; con un paso muy lento y con las indicaciones de Paco por el espejo retrovisor, fui capaz de sacar de culo a aquella bestia de su guarida secreta. A la luz del Sol, pude contemplar su deportividad, su escasa distancia al suelo y sus proporciones con total nitidez. Me enfrenté a aquel puerto comandando el grupo. Entre la voluminosa toma de aire del lateral, y el minúsculo alerón, podía ver a Paco tras el volante de aquel precioso GT. Se le veía feliz, y yo estaba pletórico. Temía hacerle daño a aquella monada, sabía que el más mínimo acelerón podría provocar que el V12 se volviera loco y nos diera un disgusto. Así que los 30 kilómetros de bajada, con sus baches y curvas ciegas, me los pasé con el pie derecho alejado del pedal; la gravedad hizo un trabajo espectacular esa mañana.

    Pero al llegar a la parte más baja del valle, ya en Los Villares, la A-6050 se convirtió en una vía ancha, con buen asfalto y unas curvas que eran una delicia. ¿Cuál era el problema? Que no podíamos seguir bajando eternamente, y con las buenas condiciones de la carretera también vino una buena subida en la que la gravedad pasó de ser mi aliada a mi enemiga. El sudor brotaba de mi pelo y de detrás de las orejas. El leve ronroneo del V12 en cuarta de la bajada se transformó en un ensordecedor quejido en segunda y con las siete mil revoluciones en el marcador. Como el subidón que le da a un drogadicto al inyectarse una dosis letal o a un saltador cuando no se le abre el paracaídas, yo sentí una fuerte descarga que recorrió mis piernas, mis brazos, mi corazón y mi cabeza.

    Paco se quedó muy atrás en aquel apretón, pero los cilindros seguían pidiendo más y más, y mi cuerpo tampoco quería que parase. Una curva a derechas me hizo reducir un poco el ritmo, y sus enormes ruedas pusieron al Enzo en la trayectoria adecuada para encarar la siguiente. Eso de no tener que retirar las manos del volante para cambiar de marcha, aquel sonido cada vez que subía de las tres mil, aquellos petardazos cuando subía y bajaba de marchas, eran completamente adictivos. Le arreaba al máximo, sintiendo la aceleración de un F1 a mis espaldas; clavaba frenos para pasar la curva (si era rápido acelerando, aún lo era más reduciendo) y volvía a pisar a fondo como si mi vida dependiera de ello hasta la siguiente; casi se convirtió en algo automático.
    Cuando quise darme cuenta, tenía el cartel de Jaén a escasos 300 metros. Dejé paso a todos los coches a los que había adelantado en la vertiginosa subida (algunos me echaron luces, otros me pitaron y, otros, directamente, se pararon a echarle fotos) y esperé a que llegara Paco.

    Cuando lo vi a aparecer por el final de la recta que había dejado atrás, engrané primera de nuevo con aquella delicada leva, y reanudé la marcha ordenando a mi pie derecho que no corriera más de lo debido. Me metí en la primera calle a la derecha para evitar todo el centro y sus difíciles peraltes. Con la única compañía de un motor y un millón de euros en cachivaches, llegamos a la circunvalación a esa hora en la que la gente aún estaba trabajando. Las carreteras estaban a plena disposición de parados como nosotros que no tenían nada mejor que hacer un Miércoles por la mañana que probar sus juguetitos en las rectas interminables de la A-44 dirección Madrid.

    Entre Puticlubs oscuros, campos de trigo y pueblos de nueva construcción semiabandonados, 700 caballos de sustancia italiana y un bóxer alemán, se abrían paso por aquella solitaria vía intercomarcal. No era capaz de mantener ese coche por debajo de los 160-180 por hora, y a Paco no parecía costarle mucho seguirle, de hecho, en un momento, incluso trató de adelantarme. Pero ahí fue cuando pensé "por encima de mi cadáver", y le apreté las tuercas al superdeportivo, tratando de sacarle los colores, por todos los medios posibles. Exprimí tercera y cuarta; "esto justifica lo del millón de euros", pensé para mí. Pero es que, en quinta, el coche (por llamarlo de alguna forma), seguía empujándome contra el asiento. Nunca había pasado de 260km/H, pero esa bestia me puso a 290 en apenas 10 segundos. Las señales, los puentes y las líneas de la calzado que en el autobús tardaban lustros en llegar, pasaban a un ritmo de infarto, formando una especie de túnel del que, si me salía, estaría muerto. Mi corazón me pedía más adrenalina, mi cabeza me ordenaba que parara, y mis pies seguían anclados ahí abajo, a kilómetros de una posición terrenal. Me decanté por hacerle caso al corazón, miré al frente y traté de mantenerme todo a la derecha que pudiera. Superamos la cifra psicológica de los 300 con la sexta ya metida, y con el velocímetro sin ninguna gana de parar de girar. Pero a lo lejos, muy a lo lejos, divisé un camión de Shell que me hizo levantar el pie inmediatamente. Y es que, a esa velocidad, muy lejos significa dos segundos, y no me apetecía jugar a colarme entre un camión de gasolina y un guardarrail. Paré en el siguiente cambio de sentido, y comencé a respirar extenuado, como cuando sales de la piscina después de ver cuánto aguantas debajo del agua. Paco aparcó detrás de mí, toco en el cristal y dijo: "Schumacher, ¿Nos damos la vuelta o qué?".


    Vi su aire de señorito al montarse en el Porsche, se estaba acostumbrando pronto a todo aquello. Yo seguía sintiéndome muy pequeño a pesar de que hubiera salido victorioso de mi primer pulso con aquellas maravillas; sabía que debía ser prudente si quería permanecer en el mundo de los vivos. El viaje de vuelta fue más tranquilo, dejé a Paco delante, abriendo paso, mientras yo agarraba, aún sin creer lo que me estaba pasando, aquel volante cortado por su mitad posterior, con sus detalles en carbono y multitud de botones para configurar el mapa motor. Entramos a Jaén por el Norte. La zona del polígono, se encontraba colapsada a aquellas horas. En la retención, todos los ojos se clavaban en mi coche, y en mí. En sus miradas, se podía leer la admiración que sentían por aquel coche, pero también la envidia que sentían hacia mí. Era curioso, porque los niños se volvían locos al verlo, y pasaban de quién fuera el que iba dentro. Pero en el mundo "superior" de los adultos, el coche pasaba a un plano secundario, y era más el resentimiento que otra cosa lo que se podía ver en sus caras.


    [​IMG]


    Paco se fue por la circunvalación, pero yo, en el último momento, cambié de idea y me metí por todo el centro. No pude evitar, incluso a los mandos de una nave ultrasónica, acordarme de ella, y no quería esperar más para volver a verla. En la zona de la catedral, el Enzo era muy torpe, y sus enormes zapatos patinaban en las calles adoquinadas. La atención de la gente, acrecentada por el ruido que despedía semejante pura sangre, sólo me ponían más nervioso y hacía que mi atención no estuviera al cien por cien puesta en el coche. Trataba de mantenerme serio ante tanta expectación, como si estuviera acostumbrado a todo aquello, pero no pude evitar mostrar más de una sonrisa a mi paso por la ciudad. Dejé el coche aparcado frente al chino de la última vez. Me percaté de que aquellos criajos de la tienda no se acercaban a él y lo cerré, vigilando que nadie raro estuviera por los alrededores. En seguida, los allí presentes sacaron sus móviles e inmortalizaron aquel momento histórico; un Enzo en Jaén, ¿Quién lo podría haber imaginado?


    Me acerqué al portal, y llamé a un número al azar, pues no me acordaba bien del piso. "Correo" grité al contestarme una señora. Tras abrirme, subí por las escaleras hasta su puerta. Me coloqué un poco el pelo, humedecí mis labios, y crucé los dedos para que todos fuera bien. Cerré el puño, y con los nudillos, toqué tres veces en la puerta. El ansiado momento había llegado; la puerta se comenzó a abrir...




    Continuará...


    http://911memoriasdeunfuturoincierto.wordpress.com/
     
  9. ATM

    ATM Soloporschista

    Se incorporó:
    25/9/11
    Mensajes:
    3.996
    Me gusta recibidos:
    269
    Carlos, me encanta este capitulo y este relato, espero que nunca acabe :Popcorn:
    Y me has llegado a la "patata", has cogido el coche de mis sueños, el 997 Carrera GTS, GRACIAS :idolo:
     
  10. ATM

    ATM Soloporschista

    Se incorporó:
    25/9/11
    Mensajes:
    3.996
    Me gusta recibidos:
    269
    Solo dos pequeñas correcciones si me permites Carlos, el Ferrari Enzo tiene 660cv no 700, y mi precioso e inigualable Porsche Carrera GTS tiene 408cv.

    Pd; Sigue asi con el relato, cada vez tengo mas ganas de ver lo que guarda en el garaje y las situaciones que pasaran Carlos y Paco.

    Un saludo :Thumb:
     
  11. Fangio

    Fangio Usuario ++

    Se incorporó:
    14/8/12
    Mensajes:
    157
    Me gusta recibidos:
    0
    Localización:
    Madrid
    Va viento en popa
    Con 18 años el futuro es prometedor. Ánimo.
    Espero terminar de leer este puente.
    Gracias
     
  12. BM3W

    BM3W Soloporschista

    Se incorporó:
    30/6/06
    Mensajes:
    3.014
    Me gusta recibidos:
    82
    Localización:
    Vigo (Pontevedra)
    :[angel] Un giro asi de la VIDA ya nos GUSTARIA :Thumb: YA!!! :drooling
     
  13. joschelito

    joschelito Soloporschista

    Se incorporó:
    26/12/09
    Mensajes:
    2.274
    Me gusta recibidos:
    4
    Localización:
    Valencia
    BRUTAL!!!! simplemente brutal....Te iba a hacer nunas pequeñas aclaraciones, pero ATM se me ha adelantado...:[angel]
    Espero impacientemente un nuevo capítulo, y como dice Alberto, que esto no acabe :Popcorn:
     
  14. tuca_R

    tuca_R Nuevo Usuario

    Se incorporó:
    15/11/12
    Mensajes:
    3
    Me gusta recibidos:
    0
    La verdad impresionante, como dijeron por ahi: que nunca se acabe! te sigo desde Uruguay! :D:D
     
  15. Damocles

    Damocles Gran Experto Porschista

    Se incorporó:
    30/6/06
    Mensajes:
    5.860
    Me gusta recibidos:
    7
    Localización:
    Sabadell
    IM-Presionante ya tu sabe
     
  16. Fangio

    Fangio Usuario ++

    Se incorporó:
    14/8/12
    Mensajes:
    157
    Me gusta recibidos:
    0
    Localización:
    Madrid
    Pues no he esperado al puente, y ya estoy al día.
    Así que durante el puente, nos puedes regalar otro par de capítulos.
     
  17. SOULFLY

    SOULFLY Soloporsche Expert Engineer

    Se incorporó:
    21/2/07
    Mensajes:
    5.876
    Me gusta recibidos:
    36

    o mas, que ni para pedir hay que ser pobre :D.
     
  18. Damocles

    Damocles Gran Experto Porschista

    Se incorporó:
    30/6/06
    Mensajes:
    5.860
    Me gusta recibidos:
    7
    Localización:
    Sabadell
    Quita, quita ... que según las cuentas que hace el maromo ya está tejiendo el final y podrian quedarnos solo siete capitulos, y egoistamente no quiero que se acabe
     
  19. Superbross

    Superbross Soloporschista

    Se incorporó:
    20/6/12
    Mensajes:
    4.569
    Me gusta recibidos:
    3
    Localización:
    Madrid
    Que grande.

    Pero no tengo buenas sensaciones.
     
  20. Carlosupercars

    Carlosupercars Senior +

    Se incorporó:
    11/10/12
    Mensajes:
    600
    Me gusta recibidos:
    99
    Localización:
    Shanghai
    Ok, con el Porsche GTS he metido bien la pata, esta tarde lo cambio, que ahora estoy estudiando para un examen de los buenos jejejej, con el Enzo es que he hecho una hipérbole (creo que se llama así); es como si dices que un Turbo MK1 tiene 500 caballos, en realidad tiene 480, pero tiendes a exagerarlo... no sé si me entiendes, en fin, que me voy a seguir con el apasionante mundo de la cinemática :[yahoo] Gracias por el aviso :Thumb: